THE DEFINITIVE GUIDE TO VIERA VIDENTE

The Definitive Guide to viera vidente

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El espíritu humano nunca ha dejado de experimentar ese oscuro deseo de trascender el tacto, de acrecentar los surcos invisibles, de transitar a tientas las sendas interiores en busca de un nivel paradisíaco, fuera del Tiempo y de la Historia.

Baudelaire, el gran perseguidor de sueños, siempre a la búsqueda de lo absoluto, fue uno de aquellos seres castigados en su grandeza por haber pretendido conocer la verdad a cualquier precio. Recordemos aquí las palabras que el propio poeta escribió refiriéndose a Poe, otro de los cortesanos oscuros de las ciencias ocultas, encadenado a la ley lethal que lleva a la degradación a cierta clase particular de hombre: “Vosotros, los que habéis buscado ardientemente descubrir las leyes de vuestro ser, que habéis aspirado al infinito y cuyos sentimientos reprimidos han debido buscar un espantoso alivio en el vino y en el libertinaje, rogad por él.

¿Cómo –me decía– he podido existir tanto tiempo fuera de la naturaleza y sin identificarme con ella? Todo vive, todo se agita, todo se corresponde; los rayos magnéticos emanados de mí mismo o de otros, atraviesan sin obstáculo la cadena infinita de las cosas creadas: es una purple que cubre el mun-do y cuyos hilos se comunican con los planetas y las estrellas.

La mitología llega desde el origen y nace al mismo tiempo que el pueblo, conjuntamente con su conciencia­ primordial. Cuando los grupos humanos comienzan a dar testimonio real de su existencia, ya veneran a esos personajes notables cuyo recuerdo proviene de un remoto pasado. Schelling se pregunta si el Heleno seguiría siendo un heleno y el Egipcio un egipcio si se les quitaran sus respectivas mitologías, ya que preci­samente, son tales, gracias al hecho mismo de poseerlas.

Para Rilke, el hombre es el desgarrado peregrino de un mundo noticeable y otro invisible. El primero conocido por los sentidos, el segundo accesible por la intuición y la visión espiritual. Uno tridimensional y discontinuo, otro multidimensional y continuo, sólo perfilado a través del lenguaje de los símbolos. El hombre que acepta únicamente el mundo fileísico, –pensaba el poeta– se desplaza como inmerso en el sueño y no supera un conocimiento literal. Se halla hipnotizado por el mundo de las formas, reacciona a los estímulos con respuestas estereotipadas y piensa que su ser es la suma de esa multitud de actitudes mecánicas. Sin embargo, detrás de esa niebla de gestos repetidos y palabras convencionales existe un grado de verdad que Rilke conoció por sus vivencias religiosas, por su capacidad para experimentar lo incondicionado; ese “momento fuera del tiempo’ que permite la visión unitaria­ del cosmos, el acceso al “yo” secreto y misterioso.

La Noche adquiere por fin su máximo valor de alteridad. Una transrealidad pocas veces alcanzada. Es la “ventana a lo infinito”, la “abertura” que se comunica con los niveles invisibles, la vía por la que se accede –después de haber superado la soledad y la desesperación– a la plenitud de un nuevo nacimiento, a ese estado de ser que no es distinto del amor.

Antes que elegir perderse en la Maya, desgarrados por la precariedad esencial, es necesario desembarazarse de los condicionamientos, aclarar el estado de confusión y transformarse psicológicamente mediante una verdadera revolución interior. “Tomar conciencia de que uno está condicionado no tiene sentido más que cuando el hombre se vuelve hacia lo incondicionado y busca la liberación”.9

Influído por el “poder sagrado del opio”, la leyenda de Poe, Baudelaire ha querido atisbar un instante el paraíso, mediante la experiencia synthetic. Se abre entonces la posibilidad de utilizar la vía descendente de los alucinógenos. Sin embargo, a pesar de sus visitas al “club de los comedores de haschich” fundado por Gautier, puede afirmarse que su frecuentación de las drogas fue una breve y circunstancial concesión a un atractivo mito romántico.

Tampoco la hipótesis bergsoniana que considera la profunda transformación mental del hombre como resultado de la experiencia adquirida por generaciones sucesivas, ni la “narcisista” de Freud, ni la “vulgar” de los modernos folklorólogos, logran desentrañar los peculiares mecanismos de la psique del hombre arcaico.

Son los últimos grandes maestros del ocultismo que en cierto modo resumen las más oscuras tradiciones y a menudo trabajan sobre textos apócrifos. Algunos son grandes eruditos y conocen a fondo la literatura cabalística y grecoegipcia y todo el hermetismo de la Edad Media. Sin embargo, a pesar de las interpretaciones nuevas y atrevidas, de las intuiciones asombrosas y de los curiosos hallazgos, ninguno consigue ofrecer una imagen del ocultismo desbrozada de prejuicios y creencias irritantes.

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Para el poeta, como para el ocultista, lo esencial consiste en obtener un nivel de conciencia donde no rijan los opuestos y pueda experimentarse el universo enlazado por las correspondencias. Esta aprehensión permite situarse en un punto inside de perspectiva única, desde donde la gestión poética y la gestión ocultista parecen singularmente idénticas. El mundo practical, que nos revela el ejercicio normal de los sentidos y que la ciencia se esfuerza por tornar inteligible no es más que un aspecto del mundo.

Sin embargo, ni el animismo tyloriano ni la mística levybruhliana ofrecen respuestas definitivas al origen de las view publisher site creencias. Ambas teorías a pesar de sus aspectos positivos pecan de culturocentrismo y permanecen de algún modo aprisionadas en los prejuicios racionalistas. “Como buenos positivistas –escribe Mircea Eliade– Tylor y Frazer consideraban la vida mágico-religiosa de la humanidad arcaica como un conjunto de ‘supersticiones’ pueriles: frutos de miedos ancestrales o de la estupidez ‘primitiva’.

       Habito con los elementos interiores de las cosas, subo a lo largo de los rayos de las estrellas y de la corriente de los ríos hasta el seno de los misterios de su generación.

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